En
el gigantesco contexto de las relaciones de pareja, existen muchos
tipos, diversos estilos, que podemos encontrar, desde nuestro punto de vista, quizás
la mejor sea la que promueve el crecimiento y desarrollo personal e intelectual
de los miembros de la pareja; pero en otros lamentables casos, se pueden generar
interacciones en la relación que llegan a resultar nocivas y muy destructivas,
en muchas parejas es posible que desde el inicio de la relación, las dinámicas sean
saludables, basadas en el apoyo mútuo, cuidándose recíprocamente; por desgracia
también es posible que algunas conductas adversas aparezcan conforme existe más
convivencia, quizás estas hayan sido heredadas y se fortalezcan con el tiempo, llegando
a crear una muy dañina convivencia.
Una
relación de pareja es sin duda un desafío y más aún, mantenerla en equilibrio, no dejando
de lado la independencia de cada uno de los miembros, es bastante común que uno
o ambos vayan cediendo concesiones, dejando a un lado ciertos gustos, actividades
y hasta ideologías; es completamente normal y hasta esperado que cada uno de nosotros
dé algo de sí en el proceso de acomodación a la otra persona; lo que no es aceptable
es que muchas veces perdemos iniciativa hasta llegar a un punto que resulta francamente
intolerante.
La libertad se va perdiendo
y pereciendo frente a la apatía de una relación dependiente e incluso simbiótica,
para desgracia de la pareja, la percepción que tienen de lo que está ocurriendo
suele no ser muy clara, siendo vaga y confusa; la mezcolanza de sentimientos
nubla la percepción de la situación y uno, o ambos miembros de la relación,
se ven fuertemente influenciados por la emoción antes de la razón, pues es imposible
ser completamente objetivos frente a los problemas en que estamos inmersos.
El
principal problema cuando sucede esto en una relación, es que estos estados de confusión
y constantes peleas por el dominio pueden terminar en la creación de odio y resentimiento;
sobre todo en la persona que por lo regular termina por dar la razón al otro, pues
la persona siente, de forma consciente o inconscientemente, que ha cedido demasiado,
que su individualidad se ha perdido, sintiéndose menos libre en todo lo que hace.
Esa sensación de dependencia, causa malestar e impide ver las cosas con claridad,
negando la oportunidad de apreciar esas cosas positivas que la otra persona posee,
pues por lo general nos enfocamos tan sólo en hacer evidente lo desagradable de
la relación, lo que tiene como resultado un círculo vicioso que no permite la superación
de los problemas y nos estanca en una relación inmadura incapaz de trascender.
Una
extraña mezcla se conjuga entre amor y rechazo, capaz de causar mucho desconcierto
y malestar, haciendo que el desenvolvimiento de la relación se complique demasiado,
es posible que las personas sigan amándose, aunque exista en ellas cierto egoísmo
y dependencia; por otro lado, el resentimiento generado a causa de la sensación
de pérdida de libertad produce malestar, aborrecimiento y hasta rencor con respecto
a la otra persona.
Y
así, los miembros de la pareja oscilan entre el amor y el rechazo que sienten
entre sí, convirtiendo la relación en una extraña amalgama, una inestable mezcla
de “odio y amor”.
Las
relaciones sentimentales son complicadas, pero son complicadas por que se necesita de dos
personas para darles vida, compaginar dos historias, dos diferentes orígenes,
dos caminos muchas veces completamente opuestos; no basta con sentir amor, debemos
fomentar la comprensión de que al aceptar compartir mi espacio, mi tiempo, mi vida
con otra persona, estoy aceptando el reto de encontrar el equilibrio entre mi ser
y el de mi pareja.
Debemos
estar conscientes de que ya no existe “tú y yo”, pues se ha convertido en un “nosotros”;
estar seguros de que antes de ti yo no era yo, antes de mi tú no eras tú y antes
de ser nosotros dos, no éramos ninguno de los dos.
Fuente: http://revista-digital.verdadera-seduccion.com/amor-y-odio-en-las-relaciones-de-pareja/