Maria
María
tiene 25 años. Es la hija pequeña de una familia en la que, en apariencia, no
hay grandes problemas entre los miembros de la misma; no hay problemas
económicos, y en realidad, todo parece bastante armónico.
Maria
estuvo en el colegio cuando era pequeña y después estudió en el Instituto con
buenos resultados. También fue a la Universidad y por supuesto con los mismos
excelentes resultados.
En cuanto terminó sus estudios empezó a trabajar en lo que se puede considerar
un buen trabajo, por méritos propios, a pesar de que su padre también trabajaba
en la misma empresa.
María tiene amigas y amigos, y tiene novio como cabe esperar. Sale, se
divierte, trabaja y realiza todas las actividades propias de su edad.
Como es
bastante trabajadora comenzó a estudiar otra carrera universitaria para ampliar
sus conocimientos, y le iba bastante bien.
Ha seguido
los pasos de una "buena hija", uno por uno y su vida transcurría sin
sobresaltos. En un futuro no muy lejano, posiblemente se casaría, posiblemente
tendría hijos y, posiblemente, todo permanecería dentro de una estructura
social estable. Pero un día su novio rompe su relación con ella y María
comienza a sentirse muy mal. Ya nada le gusta, nada le apasiona, no disfruta
con nada, no quiere salir con los amigos, le cuesta ir a trabajar(aunque es el
único lugar en donde se distrae), y ya no quiere estudiar más. Tiene miedo al
futuro.
Está triste, pero sobre todo, su vida se ha desestructurado. Parece que las
cosas han perdido su sentido y no comprende por qué si siempre ha hecho lo que
debía, lo que ha aprendido que es correcto.
Maria
acaba de darse cuenta de que no sabe quién es ella, no sabe dónde está María, y
tiene miedo.
Pilar
Pilar
tiene 40 años. Es la hija pequeña de una familia en la que hay dos varones
mayores que ella.
Cuando
ella era pequeña sus padres tenían problemas entre ellos. Su padre bebía y
maltrataba a su madre y a sus hermanos.
En su
familia ella "debía de ser la mujercita de la casa". Sus padres
trataban y consideraban de forma diferente a los varones y a las mujeres. Y
ella aprendió a trabajar en su casa, a cuidar a los demás y también aprendió a
callar y a esconderse para no provocar la ira de su padre.
Tuvo una escolarización normal y renunció a seguir estudiando porque sus
hermanos no lo habían hecho, por lo tanto su obligación era trabajar como
ellos, aunque a ella le hubiera gustado seguir estudiando.
Posteriormente
encontró novio y se casó, aunque cuando era joven tuvo dificultades para salir
con la gente a divertirse ya que se consideraba que una chica debía llegar a
casa pronto y no "excederse" en nada.
Como su
padre y su madre se llevaban mal, ella dormía con su madre hasta que se caso.
Luego tuvo una hija y un hijo, que ahora tienen 13 y 9 años respectivamente.
Pilar tiene, en principio, un carácter alegre y extrovertido, pero aprendió a
callar y ceder en su casa y siguió callando y cediendo en su matrimonio hasta
que cayó en una depresión, un trastorno obsesivo-compulsivo, un trastorno de
ansiedad y también de dependencia (este último ya existía anteriormente).
- ¿Por
qué? ¿Qué me ocurre?.
- "No
debo ser una buena madre ni esposa ni hija".
Su padre
ya murió y su madre ahora está enferma. Sus hermanos se desentienden de su
madre pero ella no; ella todos los días va a su casa a hablar con ella y
ayudarla porque es su "obligación". Y, aún así, se siente culpable
porque no hace lo suficiente, porque su madre se puede morir.
Pilar es
su padre, su madre, su marido, sus hijos... y, ¿dónde está Pilar en realidad?,
¿quién es ella de verdad?.
No lo sabe
porque nunca ha sido ella misma, sólo lo que los demás han querido que ella sea
Tiene miedo al futuro, al presente, a vivir, a casi todo, y sobre todo a descubrir
por primera vez quién es ella.
Amparo
Amparo es
una mujer de 48 años. Tiene un hermano mayor que ella y otro menor. Su familia
vive en un pueblo en donde todos se conocen.
Su
infancia fue normal. Realizó sus estudios y ahora es profesora de un Instituto.
Cuando terminó sus estudios sus padres tuvieron problemas económicos de modo
que ella, sin pensarlo mucho, empezó a colaborar con la familia económicamente.
Pero su colaboración siguió y mientras sus hermanos se casaban o vivían su
vida, ella no, no se preocupaba de ella misma.
Ahora sus padres han envejecido, su padre tiene sufre una enfermedad mental
degenerativa, y ella se los llevó cerca para poder cuidarlos en la medida en
que su trabajo se lo permite.
Pero ahora Amparo se ahoga en su pueblo; está atrapada con unos padres viejos y
enfermos.
Sus hermanos no entienden sus quejas puesto que ella eligió cuidarles. Ahora
ella se pregunta por el sentido de su vida y por su futuro.
Amparo
está deprimida. Se siente atrapada dentro de una cárcel que ella misma
construyó sin darse cuenta porque cuando los demás se divertían, salían, se
emparejaban, se construían su vida, ella estaba ocupada ayudando a su familia.
- ¿Y ahora
qué? ¿qué puedo esperar que ocurra? ¿qué es mi vida?.
- ¿Cuándo
podrá ser Amparo?
Las
convenciones sociales
María,
Pilar y Amparo, ¿qué tienen en común?.
Las tres
han estado convencidas, han asumido que debían ser unas buenas niñas, unas
buenas hijas, y sus vidas serían satisfactorias al obrar en consecuencia.
No
hicieron en su momento una revisión de estas creencias básicas ni de las
consecuencias que estas podrían tener sobre sus vidas.
Para los
demás es muy cómodo, perfecto diría yo, cuando una mujer mantiene estas
creencias, que aseguran cuidados, sumisión, ayuda incondicional, ausencia de
grandes conflictos y que todo esté "en orden", tal y como mandan las
"buenas maneras" de la sociedad.
Pero las consecuencias para estas mujeres devienen en: falta de autonomía,
falta de identidad propia, falta de control sobre sus propias vidas, falta de
autoestima y diversos trastornos psicológicos.
Por eso, cuando el equipaje que han ido cargando poco a poco, a lo largo del
tiempo y este se ha ido haciendo demasiado pesado, van apareciendo síntomas. Y
estos se van convirtiendo en trastornos tales como depresión, ansiedad,
dependencia, evitación, obsesiones, compulsiones... Pueden llegar a sufrir
muchos problemas porque pesa demasiado, y es difícil para ellas ver cuando
comienzan a surgir los problemas, si se vive en una sociedad que apoya estos
comportamientos tratándolos como los más deseables y correctos.
Estas
mujeres son, en muchas ocasiones, sociables, les gusta la gente, y ellas gustan
a los demás porque no crean conflictos, ayudan siempre que se les necesita e
incluso antes de que nadie lo pida. Efectivamente son "buenas amigas"
"novias", "hijas", "madres", "esposas...
pero renunciando a su YO.
No ponen
límites y dejan fácilmente que los demás les invadan el terreno. No saben decir
"no", y acceden a las peticiones de los demás sin cuestionarlas. Y a
sus intereses, renunciando a los propios, a sus preferencias... y a casi todo.
Se trata
de vivir por y para los demás; que los demás estén contentos, y desde luego,
algunos suelen estarlo con esta actitud de renuncia, pero, ni aun así. Muchas
veces no están suficientemente contentos. Es como llenar una bolsa que tiene un
agujero y por mucho que se meta en ella nunca se llena.
Viven
pensando que de esta manera serán queridas y aceptadas por los demás, pagando
un precio muy alto por este supuesto cariño que no es más que egoísmo y
comodidad de algunas personas
Ellas lo aprendieron de pequeñas de diferentes formas y lo mantienen porque
tienen mucho miedo a no ser queridas, a perder a los demás si se atreven a
pedir lo que les corresponde, a ser rechazadas si se niegan a algo.
Tienen
miedo de perder aquello que nunca han tenido.
Nunca
tuvieron el cariño verdadero de los demás, porque no les quieren a ellas por lo
que son, por ser ellas mismas, sino porque les complacen, porque acceden,
porque son una imagen irreal creada para el gusto de los demás. Y no pueden
saber qué personas les aprecian de verdad porque están en una trampa de
hipocresía y mentira con toda su dureza. Con una máscara no se puede conocer
bien a las personas.
Estas
mujeres cayeron en lo que McKay, Daves y Fanning llaman "la Falacia de la Recompensa
Divina".
La Falacia
de la recompensa divina consiste en un estilo de pensamiento que se caracteriza
por creer que si una persona trabaja, se sacrifica y hace lo
"conecto" se verá recompensada de alguna manera por hacerlo
"bien".
Se llama
falacia precisamente porque esto no ocurre. Cuanto más se sacrifica la persona
por los demás, más les acostumbra a que este comportamiento es lo normal y por
lo tanto no merece ningún reconocimiento especial.
Una mujer
decía: "Nunca me he atrevido a llevar la contraria a mi madre. Si alguna
vez lo he hecho, las consecuencias han sido malas, Pero, a la larga, ha sido
peor el hacer siempre sus deseos, Y esa ocultación de los sentimientos para
evitar broncas, al final sale".
Qué razón
tenía cuando hurgando en su pasado llegó a la conclusión de que sus actitudes
presentes se habían forjado ya en su niñez, y que ella sin saberlo, seguía
repitiendo los mismos comportamientos.
Ellas ayudan, llaman por teléfono para preguntar e interesarse por las vidas de
sus seres queridos, les acogen en sus casas, les cuidan si están enfermos y se
sienten. , responsables de su "felicidad".
Pero la "felicidad" (en el sentido humano de la palabra, y no como
abstracción) sólo es posible alcanzarla por uno mismo. Nadie da la felicidad a
nadie.
Por eso
ellas siempre se sienten insatisfechas. En primer lugar, por cargar con una
responsabilidad que no les corresponde, y que de todas formas no tienen el
poder de satisfacer. Y en segundo lugar, y como consecuencia de ello, no se
ocupan de lo que sí es su responsabilidad, y es el buscar su propia
"felicidad", su propio camino.
Ocuparse
de los demás cuando lo necesitan es lógico, pero no por sistema, y no poniendo
los intereses de los demás y su satisfacción por delante de los nuestros, y de
nuestras necesidades, inclusive muchas veces, las más básicas que las pasamos
por alto.
Frecuentemente
se encuentran que cuando ellas necesitan ayuda o están enfermas, o se permiten
desear algo, no son correspondidas como ellas pensaban que lo sedan. Esto
implica muchas veces un sentimiento de frustración cuando ocurre, y a veces de
rabia porque es entonces cuando perciben que los demás están demasiado ocupados
en sus cosas como para preocuparse por ellas como ellas lo hacen normalmente
por los demás. Otras veces, esto no ocurre porque evitan la ocasión. Es decir,
no piden nada, no esperan nada y así no existe la posibilidad de sentirse
desilusionadas. Este es el conformismo típico de las personas que se anulan a
sí mismas.
Este es el
precio que se paga por querer ser "una buena niña" y todo lo que
conlleva el ver la vida de esta forma.
Se vive
sin vivir nada más que a través de los otros; con sentimientos de culpa porque
nunca se consigue gustar tanto, complacer tanto a los demás, porque tanta
responsabilidad abruma, deprime, provoca ansiedad y crea dependencia de los
otros hacia la persona que intenta complacer, y de la persona que quiere
complacer hacia los otros, y hacia el mismo hecho de complacer.
Es como si no preocuparse constantemente de los demás les convirtiera en
"malas personas", y si alguna vez intentan buscar su propia
"felicidad" encuentran un gran vacío y mucha inquietud. Vacío porque
no han aprendido cómo hacerlo ni en qué consiste, e inquietud porque se
consideran egoístas y perversas por ello.
Resignarse
ha sido la palabra de su vida, y la buena causa, la "felicidad" de
los demás y el agradarles.
Tiempo y más tiempo de sus vidas perdido sin posible recuperación; por lo menos
hasta que no pongan en tela de juicio estas creencias.
Cambiar las
"creencias"
Muchas
mujeres han quedado presas con estas creencias y las han arrastrado durante
todas sus vidas sin, por supuesto, obtener recompensa, pero sí han convertido
sus vidas en un sabor amargo.
Otras, han podido y podrán liberarse de ellas consiguiendo una vida más plena,
más satisfactoria, menos abrumadora y más digna de ser vivida. Con menos
ataduras y más flexibilidad y creatividad.
Entonces, ¿se puede cambiar esto?.
Si, por
supuesto, y para ello es necesario romper la creencia de que es malo desear
cosas para una misma. No hay que esconderse más en el dormitorio, en la sonrisa
falsa, en el acceder a todo, en querer evitar discusiones a toda costa, en
aparentar que nos gusta todo lo que dicen los demás, en la vergüenza de decir
lo que se piensa, de tener opiniones propias y de ser autónomas. No esconderse
en nada y aceptar que nos critiquen o no gustemos tanto a la gente, pero ser
YO. Sí, ser María, o Pilar, o Amparo.
Hay que
buscar lo que nos agrada y buscar dentro de nosotras mismas cuales son nuestras
opiniones, nuestros gustos, lo que rechazamos y expresarlo sin miedo porque es
nuestro, porque eso es lo que nos hace ser Yo y no el Otro.
Para ser
Yo, hay que respetarse y una vez nos respetamos a nosotras mismas, conseguimos
que los demás nos respeten, porque merecemos ese respeto, porque somos personas
únicas y valiosas. Y porque si nosotros podemos y debemos respetar al otro,
esto es en la medida en que el otro me respeta a mí.
Revisemos pues nuestras creencias.
- ¿Qué es
ser buena hija para mí? ¿En qué consiste exactamente?
- ¿En qué
consiste ser una buena esposa, compañera, etc?
- ¿En qué
consiste ser una buena madre?
- ¿En qué
consiste ser una buena amiga?
¿Estoy
siendo yo misma cuando me comporto como:
a)
"buena hija"?
b)
"buena esposa /compañera..."?
c)
"buena amiga"?
- ¿Qué
perdería si cambiara estos comportamientos?
- ¿Qué
ganaría si cambiara estos comportamientos?
- ¿Me
respetan los demás?
- ¿Qué
puedo hacer para que me quieran por mi misma?(Pasos concretos)
- ¿Puedo
sustituir las creencias que me hacen daño por otras más sanas?
Recuerda:
Si me miento, No me Respeto. Si yo No me respeto, yo no soy YO.
SI NO ME
RESPETO, NO ME RESPETARAN.
Carmen
Rausell Iglesias
Psicóloga
cognitivo-conductual