La epigenética, la disciplina que estudia los modos en que
el ambiente interviene en la expresión de los genes, viene ganando impulso en
diversas áreas de estudio, desde la medicina hasta la psicología del
comportamiento. National Geographic publicó un artículo con un estudio fascinante sobre la
posibilidad de la transmisión genética de los miedos.
La investigación aún requiere ser repetida, por lo que cualquier conclusión basada en ella
sería apresurada, pero de todos modos nos aporta una idea provocativa: qué
pasaría si los miedos pudieran ser transmitidos por herencia -y no por herencia
cultural o social, sino genética.
En el ámbito de la psicología, varias corrientes se están
ocupando activamente en acercar la ciencia evolutiva a la psicología (y quizá
valga la pena recordar los esfuerzos de la Asociación para Ciencia
Contextual Conductual en esta área), en un impulso que seguramente veremos
crecer en los próximos años.
A
continuación, el artículo:
Los ratones heredan el
miedo de sus padres
No hay
duda de que el trauma se transmite de una generación a la siguiente.
En un
ejemplo muy difundido, investigadores de Nueva York estudiaron varias docenas
de mujeres que estaban embarazadas el 11 de septiembre de 2001 y que
habían estado cercanas a los ataques terroristas. Algunas de estas mujeres
desarrollaron trastorno de estrés postraumático (TEPT), y este grupo exhibió
niveles más bajos de la hormona del estrés (cortisol) en su saliva que aquellas
mujeres que no desarrollaron TEPT. Pero aquí está el asunto: A los 9 meses de
edad, los bebés de las mujeres con TEPT tuvieron niveles de cortisol
significativamente más bajos que los bebés de madres sanas.
En un
trabajo anterior, los mismos investigadores habían reportado niveles bajos de
cortisol en los hijos adultos de los sobrevivientes del Holocausto con
TEPT. Y en otro estudio, el grupo de Kerry Ressler en la Universidad de
Emory demostró que la llamada ” respuesta de sobresalto ” a un estímulo
repentino – un indicador de ansiedad – es más pronunciada en los
niños cuyas madres fueron maltratadas físicamente de niñas que en aquellos
cuyas madres no fueron abusadas. Y podría seguir dando ejemplos.
Pero,
¿cómo, exactamente, el estrés de los padres puede dejar una impresión tan
profunda en su progenie ?
¿Cómo, exactamente, el estrés de los padres puede dejar una impresión
tan profunda en su progenie?
Parte de
ello es la crianza. La tristeza y el estrés de los padres afecta naturalmente
la forma en que interactúan con otras personas, incluyendo sus hijos. El
estudio del Holocausto, de hecho, encontró que los sobrevivientes con TEPT
tendían a abusar emocionalmente o a descuidar a sus hijos. Y sabemos por
algunos notables experimentos en ratas que el cuidado de los padres afecta a
los genes de la descendencia: las crías de ratas que recibieron una gran
cantidad de cuidados y aseo personal por parte de sus madres
muestran cambios distintivos en su epigenoma , los marcadores
químicos que se unen al ADN y puede activar o desactivar genes . Las crías
desatendidas, por el contrario, no muestran estos cambios epigenéticos.
Ahora un
nuevo fascinante estudio revela que no es sólo la crianza. Las experiencias
traumáticas en realidad sí pueden actuar en la línea germinal. Cuando un ratón
macho adquiere miedo a un olor específico, este miedo se transmite de alguna
manera en su esperma, según sugiere el estudio. Sus crías también tendrán miedo
del olor y, a su vez, pasarán el miedo a sus crías.
Sus crías también tendrán miedo del olor y, a su vez, pasarán el miedo
a sus crías
“Los
padres transfieren información a su descendencia, y lo hacen incluso antes de
que los hijos sean concebidos”, dijo Brian Dias, un becario postdoctoral
en el laboratorio de Ressler, en una estimulante charla sobre estos datos
aun no publicados, el martes en la Sociedad de Neurociencia en San Diego.
¿Y por
qué, evolutivamente, pasaría un padre esa información específica? “Porque de
este modo, cuando los hijos o generaciones sucesivas, se encuentren con ese
medio ambiente en el futuro, sabrán cómo comportarse en consecuencia”, dijo
Dias.
Los
investigadores hicieron que los ratones tuvieran miedo de ciertos olores
asociándolos con un shock eléctrico leve en el pie. En un estudio publicado
hace unos años, Ressler demostró que este tipo de aprendizaje del miedo es
específico : los ratones entrenados para temer un olor particular, muestran un
aumento de sobresalto para ese el olor, pero no ante otros. Más aún, este
aprendizaje cambia la organización de las neuronas en la
nariz del animal, dando lugar a más células sensibles a ese olor en particular.
Dias
entrenó a los ratones a temer la acetofenona – que, de acuerdo con este
químico, huele “como una flor de naranja con un poco de cereza artificial” –
durante tres días, luego esperó 10 días y permitió que los animales se
aparearan. La descendencia (conocida como la generación F1 ) mostró un mayor
respuesta de sobresalto ante la acetofenona (sin descarga asociada) a pesar de
que nunca se habían encontrado con el olor antes. Y su reacción es específica :
no se sobresaltaron con un olor diferente, el propanol (que huele a alcohol).
Es más, los investigadores encontraron lo mismo en los hijos de la generación
F1 (llamada F2).
Los
científicos también observaron los cerebros de los animales F1 y F2. Cuando la
generación de los abuelos es entrenada para temer la acetofenona, las
generaciones F1 y F2 tienen más “neuronas M71” en sus narices, dijo Dias. Estas
células contienen un receptor que detecta acetofenona. Sus cerebros también
tienen mayor "glomérulos M71", una región del bulbo olfatorio que
responde a este olor.” De tal palo tal astilla, estamos encontrando alguna
información ancestral”, dijo Dias. ” Pero, ¿cómo es que esto sucede? ”
“Hay algo en el esperma”
Su equipo
realizó un experimento de fertilización in vitro (FIV), en el que los animales
fueron entrenados para temer la acetofenona y 10 días más tarde recogieron su
esperma. Enviaron el esperma a otro laboratorio cruzando el campus, donde fue
utilizado para inseminar artificialmente hembras de ratón. A continuación, los
investigadores analizaron los cerebros de las crías”. Lo que es sorprendente es
que los resultados neuroanatómicos persisten después de la FIV”, dijo Dias.
“Hay algo en el esperma”.
He estado
en un montón de charlas científicas. El entusiasmo en torno a éste fue notable,
con muchos científicos susurrando sobre él en la habitación y murmurando más
fuertemente en los pasillos exteriores.
Pero sé lo
que estás pensando. Fue la primera pregunta que Dias recibió por parte del
público después de la charla: “¿Tiene usted alguna idea de cómo se transmite
esta información almacenada en el cerebro a las gónadas”, le preguntaron.
La
respuesta corta es que los investigadores no tienen ni idea, a pesar de que han
pensado en varias explicaciones posibles. Al parecer, un estudio en gatos y
palomas mostró que después de percibir un olor, las moléculas receptoras odoríferas
pueden entrar en el torrente sanguíneo, y otros estudios han informado de
receptores de olor en el esperma. Así que tal vez las moléculas del olor entran
en el torrente sanguíneo y se dirigen al esperma. Otra posibilidad es que los
microRNAs – moléculas de ARN pequeños que participan en la expresión
génica – entren en el torrente sanguíneo y entreguen la información de olor a
los espermatozoides.
Por ahora,
sin embargo, Dias dijo: ” esas son dos hipótesis de ciencia ficción. “
Fuente: http://psyciencia.com/2013/11/18/se-puede-heredar-el-miedo/
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